Esta palabra la ocupamos normalmente para referirnos a personas que cambian rápidamente de ánimo o de parecer. (“quiero A…. No, mejor prefiero B).
Cuando hablamos de un cuadro bipolar, hablamos de un trastorno del ánimo, que implica cambios cíclicos que pueden durar desde una semana hasta casi un mes. Estos ciclos se alternan entre dos estados: Uno de baja energía o Depresivo y otro acelerado o Maniaco.
Este cuadro aparece hacia la adolescencia, o bien hacia principios de la edad adulta, y se considera una enfermedad crónica. Es por esto, que como cualquier enfermedad debe ser tratada principalmente con una terapia psiquiátrica que permita controlar y estabilizar el funcionamiento del cerebro. La terapia psicológica en estos casos puede servir para que una persona se pueda adaptar de mejor manera a esta condición. Una persona con Bipolaridad puede mantener una vida absolutamente normal si mantiene el tratamiento adecuado.
Esto es porque la alternancia entre estos ciclos de altos y bajos es desproporcionada y no corresponden a una reacción esperable frente acontecimientos del día a día. Esta forma desajustada de reaccionar puede producir problemas en el área mental, social, autopercepción y autocuidado, estado de salud y ánimo, entre otros.
En las fases altas o maniacas pueden presentarse una energía exacervada. Tienen dificultad para dormir, sentimiento de tener energía para hacer todo de todo, ganas excesivas de conversar o contactarse con amigos etc. En algunos casos la persona puede experimentar un sentimiento de grandiosidad u omnipotencia que lo puede llevar a exponerse a conductas de riesgo sin enjuiciarlas. Para las personas en este estado nada les parece extraño, no sienten ningún tipo de malestar. Por esto muchas veces son los familiares y personas cercanas los que más sufren con esta enfermedad.
Luego de la fase maníaca y de manera cíclica sobreviene una fase de depresión. Este estado funciona independiente de lo que esté funcionando en el entorno.